Hola, sé que últimamente no estoy mucho por aquí, pero lleváis sin comentar ya dos meses y algo y esto se nota más solo todavía. No es mucho pedir, vuestra opinión y ya está. Que ya lo he dicho, un blog se nutre de los comentarios de la gente y, por esa regla de tres, esto va muriendo. Os pido un favorcillo de vez en cuando vale? Además que respondo a los comentarios, así que ya sabéis :)Un abrazo a todos, feliz semana :D
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miércoles, 23 de abril de 2014
Comentad por favor :'(
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Unknown
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miércoles, 16 de abril de 2014
Capítulo 1
Era de noche aún y Medara
permanecía sumida en la oscuridad, con sus calles alumbradas por los débiles
destellos de las farolas. Era una ciudad grande, bastante poblada. De día
bullía de actividad pero de noche estaba casi toda paralizada debido al toque
de queda impuesto por el represivo gobierno a causa de los continuos
conflictos. Las patrullas policiales hacían sus respectivas rondas siendo
prácticamente el único movimiento que se apreciaba a esas horas por las calles.
Sin embargo, a Kaleb eso no le importaba mucho. Era un chico de 22 años, muy
alto, delgado y de hombros anchos. No le gustaba sentirse atado, no le gustaban
las normas, quería ser su propio dueño así que estaba fuera, en Dragon Park,
justo en medio de la gran urbe, sentado con las piernas cruzadas sobre uno de
los bancos. Observaba en silencio la estatua de un león que presidía la fuente
frente a la que estaba. Era un animal grande en posición de ataque que
inspiraba respeto. Nadie sabía muy bien si representaba algo, ni siquiera se
sabía desde cuándo estaba allí, pero a la gente le gustaba por la gran
impresión que solía causar a los viandantes, que se paraban siempre a
contemplarla con asombro. Estaba situada en uno de los lados del parque el cual
era el pulmón de la ciudad, un inmenso laberinto de color verde con múltiples
avenidas en el que no era difícil perderse. Uno podía pasarse la tarde entera
allí y salir sin haber disfrutado de la mitad de la belleza que aquel lugar
proporcionaba. Estaba poblado por una enorme cantidad de especies variadas de
plantas y las distintas plazoletas que se formaban en su interior siempre albergaban
alguna escultura curiosa. Aquel león en particular le gustaba, mirarlo le tranquilizaba
y solía pasarse incluso varias horas allí sentado, en silencio, observándolo,
respirando la quietud del lugar.
Tanteó el banco con la mano en
busca de su cerveza, con la mirada aún absorta en la distancia pero cuando
agarró la lata se dio cuenta de que ya estaba vacía.
-
Mierda.
Escuchar su propia voz en medio
de aquel silencio le hizo despertar del sopor que le envolvía. Apoyó durante un
momento la cabeza en las manos con los ojos cerrados y suspiró. Luego los
abrió, bajó los pies al suelo y se revolvió su pelo castaño para peinarse. Se
acercó a la fuente. No era nada llamativa, redonda, con cuatro caños que salían
de cada uno de los lados de la base sobre la que estaba el gran felino. El
fondo estaba limpio y podían verse algunas monedas, testigos de deseos que
seguramente nunca se habían cumplido. Se quedó allí delante de la fuente con
las manos en los bolsillos de su abrigo negro escuchando el silencio, mirando
fijamente al animal, que tenía la garra en el aire y las uñas fuera demostrando
su fiereza, y sonrió como despedida antes de darse la vuelta y dirigirse a una
de las verja trasera del parque para saltarla, ya que las puertas estaban
cerradas por la noche. Caminaba a paso lento arrastrando los pies sin prisa,
podría decirse que casi con desgana. Su piso no estaba lejos pero tuvo que dar
un buen rodeo para evitar las patrullas metiéndose por callejuelas estrechas.
Poco después estaba ante la puerta de hierro del portal, la abrió con cuidado.
Vivía en la quinta planta pero no utilizó el ascensor para no hacer más ruido
del necesario. Todo estaba en silencio y sus pasos, aunque andaba con cuidado,
resonaban en el corredor. Abrió la puerta del apartamento y entró cerrándola
tras de sí.
-
Estoy en casa – susurró, aunque sabía que era el único
ser humano que se encontraba entre aquellas paredes.
El piso era bastante amplio, con
tres habitaciones, dos baños, una cocina y un salón. Avanzó a oscuras por el
pasillo y atravesó el salón, cuya pared exterior era de cristal lo que aportaba
mucha luminosidad durante las horas de sol. Ahora era la luz de la luna la que
iluminaba el espacio a través de la gran cristalera. Estaba decorado al estilo
contemporáneo, con dos sofás azul marino a un lado orientados hacia la
televisión y una mesa blanca con sus seis sillas complementarias al otro, el
suelo estaba cubierto de alfombras. Abrió la puerta de su habitación, en una de
las paredes del salón. Se desprendió del abrigo y lo colgó en el armario, se
quitó las deportivas y se desvistió dejando los vaqueros y la camiseta
arrugados en el suelo, ya los recogería luego. Acto seguido se metió en la
cama. No se durmió al momento. Su mente se vio atacada por recuerdos, miles de
recuerdos. Imágenes, aromas, sonidos, voces. Al final, justo cuando el sol
comenzaba a aparecer por el horizonte, el cansancio le venció y se entregó al
sueño.
Se despertó ya entrada la mañana
con la habitación completamente iluminada por el sol. Había olvidado bajar la
persiana. Era un dormitorio amplio, con un gran armario, una mesa con su
ordenador, una cama y una mesita de noche. Las paredes estaban llenas de
posters de grupos de música y algunas fotos con amigos. Se removió en la cama
sin ganas de levantarse pero finalmente echó a un lado el edredón y se levantó.
Se arrastró casi dormido a la cocina y mantuvo un rato abierta la puerta del
frigorífico decidiendo qué tomar. Se decantó por acabar el poco zumo que
quedaba y cogió cuatro galletas de un estante.
-
¿Y tú qué miras?
Un gato atigrado naranja le
observaba con sus ojos azules desde la puerta, con curiosidad, y orientó las
orejas en su dirección al oír al chico.
-
Sí, gordo, hablo contigo, ven aquí.
Al instante el gato obedeció y se
acercó a su amo, que se agachó para dejar que el animal le olisquease los dedos
de las manos buscando algo de comida. Al darse cuenta de que Kaleb no le ofrecía
nada restregó su lomo contra sus piernas intentando llamar su atención. Él se
rió y se levantó. El gato seguía todos sus movimientos suplicándole con la
mirada mientras él echaba bolitas de atún en su tazón.
-
Anda, toma grandullón, que aproveche – le dijo al
tiempo que el felino se abalanzaba sobre la comida.
Le miró mientras comía con una
sonrisa cariñosa y cuando acabó le recompensó con una caricia que el gato
agradeció ronroneando y frotando su cabeza contra su zapatilla. El teléfono
comenzó a sonar interrumpiéndolos. Kaleb se incorporó de golpe y fue rápido al
salón a por el inalámbrico.
-
Diga.
-
¿Kaleb?
-
Papá.
-
¿Cómo estás hijo?
¿Va todo bien por ahí?
-
Sí, como siempre. ¿Qué tal tú?
-
Bien, trabajando.
No te habré despertado ¿no?
-
No, llevo despierto un rato, estaba desayunando con
Romie.
Tras un silencio incómodo Kaleb
preguntó:
-
¿Cuándo volverás?
-
Hijo, ya hemos
hablado de esto. No soy yo el que lo decide. Me necesitan. Mi lugar está aquí
ahora… Debo colgar. Te llamaré luego.
El chico dejó el teléfono sobre
la mesa.
-
Adiós papá… - susurró.
Se acercó al ventanal del comedor
y se quedó un rato mirando a la calle con la frente apoyada en el cristal.
Odiaba aquella situación. Estuvo así un momento observando a la gente pasar por
la calle y decidió que quizás lo mejor era tomar el aire así que fue a
vestirse. Recogió del suelo del dormitorio los vaqueros, cogió una camiseta al
azar de las que colgaban de las perchas en el armario y se puso el abrigo.
Cuando el gato oyó el tintinear de las llaves en su bolsillo se acercó a él
interrogándole con la mirada.
-
Toda la casa para ti Romie. No podrás quejarte ¿eh
bicho?
Salió del piso y cerró la puerta
con llave. En la calle se encontró con el portero que entraba.
-
¿Qué tal tu madre chico?
-
Bien, gracias.
-
¿Sabes ya cuándo va a volver?
-
Que va, los médicos quieren estar seguros y esas cosas,
pero supongo que pronto.
Se despidieron y el joven se
dirigió calle abajo con su acostumbrado paso lento. La calle donde vivía no era
un lugar muy frecuentado aunque quedaba cerca del centro. El único lugar de
relativo interés era una pequeña floristería en una de sus esquinas, que tenía
la cantidad justa de clientes que permitían al negocio mantenerse a flote a
pesar de la situación de crisis global. Saludó con un leve movimiento de cabeza
al dueño, que se encontraba en la puerta fumándose un cigarrillo. Tenía una
pinta un tanto ridícula con un delantal verde que llevaba impreso el colorido
logotipo de la empresa. El hombre le devolvió el saludo y volvió a sacar un
nuevo cigarrillo del bolsillo delantero del delantal.
Paseó por la calle principal en
dirección a una de las plazas más concurridas. Su paso lento contrastaba con el
de las demás personas, todas apresuradas yendo de un sitio a otro, entrando en
las tiendas a toda prisa y saliendo cargados con grandes bolsas. Alguno que
otro se chocó con él y se alejó murmurando alguna disculpa cuando él le insultó
molesto. Al fondo la calle se ensanchaba y confluía con otras en la Plaza del
General Moline, en cuyo centro se alzaba una imponente escultura del militar,
que era el Jefe de Estado. Ni siquiera levantó la vista, aquel hombre no
merecía su respeto. Había un kiosco a uno de los lados, donde se paró a comprar
una bolsa de patatas. Se sentó en un banco y se fijó en un grupo de chicas que
estaban sentadas dos bancos más a la derecha. Charlaban animadamente pero no
tardaron en darse cuenta de que las observaba, una de ellas le sonrió y él le
guiñó el ojo haciendo que ella se sonrojase y apartase la mirada. Dejó de
prestarles atención mirando hacia delante haciéndose el despreocupado, ya había
conseguido lo que quería. Poco después las chicas se fueron, pasando cerca de
él sonriendo y cuchicheando entre ellas.
Las palomas que picoteaban por el
suelo levantaron el vuelo al paso de un joven que cruzó la plaza justo por
delante de Kaleb, que vio solo los pantalones verdes y las botas militares.
-
Imbécil – dijo entre dientes.
El joven le escuchó y volvió
sobre sus pasos poniéndose en frente de él.
-
¿Qué has dicho?
-
Estás en medio, apártate – le respondió sin siquiera
levantar la vista, llevándose otra patata a la boca.
El muchacho no se movió y le
exigió una respuesta. Kaleb suspiró, arrugó la bolsa de patatas ya vacía, se
sacudió las manos en el pantalón y se levantó obligando al otro chico a
retroceder. Su metro noventa de altura y sus hombros anchos impresionaron al
joven soldado que llegaba escasamente al metro setenta.
-
¿Decías? – le preguntó con media sonrisa, como
retándole, viendo como creaba en él inseguridad.
El chico dudó un momento e hizo
un ligero movimiento con la mano hacia el arma que colgaba de su cintura. Kaleb
levantó una ceja con curiosidad. “Nos ha salido estúpido” pensó. Sin embargo el
joven cambió de opinión al darse cuenta del problema que podría causar sacando
el arma. “Buen chico” a Kaleb se le agrandó la sonrisa.
-
Ya veo.
Se dio la vuelta y se fue dejando
en ridículo al soldado que, enfadado, se dio prisa por abandonar el lugar.
Kaleb siguió su paseo por una de las calles que divergían de la plaza y
atravesó otras pocas hasta llegar a Dragon Park. Esta vez accedió por la
entrada principal, unas inmensas puertas de hierro que permanecían abiertas de
par en par. Era ya pasada la una y media y el parque estaba casi tan solitario
como durante la noche. A excepción de alguna que otra pareja que aprovechaba la
quietud no se veía nadie. El aspecto del lugar cambiaba durante el día, la
luminosidad se colaba entre las hojas de los árboles y le concedía un aspecto
más agradable y acogedor, con tonos más alegres. Se internó en el laberinto de
caminos delimitados por los árboles hasta llegar a una de las plazoletas. Era
un lugar bonito aunque menos iluminado que el resto del parque puesto que los
árboles que la rodeaban eran muy altos y sus ramas se entrecruzaban unas con
otras formando una especie de bóveda que impedía el paso de los rayos de sol. En
el centro había una farola antigua con el poste cubierto por una enredadera
formando un complejo bastante curioso. En un banco había un hombre. Por su
aspecto harapiento parecía un vagabundo. Estaba entretenido lanzando
piedrecitas al suelo para que su perro, igual de descuidado que el dueño, las
persiguiera. Tardó un rato en percibir la presencia de Kaleb y le hizo señas
para que se acercase. Se sentó a su lado.
-
Buenas, Fred ¿cómo va la cosa?
-
Va, va. ¿Y tú qué? Llevo días sin verte.
-
Yo bien, no he salido mucho últimamente, estudios y
esas cosas –mintió.
El viejo rió y acabó tosiendo.
-
Deberías dejar de fumar si no quieres palmarla antes de
tiempo.
-
Mira quién habla… ¿Quieres uno? – le preguntó sacando
un arrugado paquete de tabaco.
-
Lo estoy dejando.
Fred volvió a reír, esta vez con
más fuerza. Hurgó en sus bolsillos buscando su mechero sin encontrarlo. El
chico sacó el suyo de los vaqueros y le dio fuego.
-
¿Alguna novedad? – le preguntó el viejo.
-
Nada remarcable. Supongo que te has enterado mejor que
yo de las protestas en Boor, en la tele solo dicen lo que quieren que creamos
así que no es muy buen sitio si quieres saber lo que verdaderamente ha pasado.
Por lo demás todo sigue igual.
-
Algo he escuchado, sí. Entonces el cretino de Moline
sigue disfrutando al mando.
-
Por desgracia sí. Pero el pueblo se está cansando, no
tardará en haber cambios… para bien o para mal.
-
Mientras sean sus cambios la cosa irá de mal en peor.
El país no aguantará en pie mucho más con ese hombre al poder.
Ambos quedaron en silencio,
mirando al perro que a falta de atención por su parte se había dedicado a
perseguir un escarabajo cojo que encontró entre las hojas del suelo. El viejo
volvió a recoger piedrecillas al pie del banco para tirarlas y distraer al
animal de forma que dejase al pobre bicho.
-
Se aproxima algo gordo – el vagabundo rompió el
silencio mirando a Kaleb fijamente a los ojos –, lo huelo.
El chico asintió y continuó
mirando al suelo pensativo. El sonido de su móvil interrumpió sus pensamientos.
-
Diga… ¿Qué tal tío?... Mmm nada en especial… Vale, sí…
Voy yo… Adiós Andrés – colgó –. Bueno Fred, me voy que ya tengo planes para
esta tarde. Volveremos a vernos pronto.
Se levantó y el vagabundo le
despidió con un apretón de manos, después siguió jugueteando con las piedras.
Volvió a casa por el mismo camino por el que había llegado. La Plaza del
General Moline estaba vacía, o eso le pareció en un principio, pero justo antes
de girar tras pasar la estatua le pareció ver una melena pelirroja. Se quedó
parado de golpe y miró a la derecha en busca de la chica. No había nadie. Aún
así se acercó al banco donde creía haberla visto sentada y se asomó a las dos
calles que había a los lados. Nada. Se llevó las manos a la cabeza y se obligó
a tranquilizarse. El corazón le latía muy deprisa.
-
No seas imbécil – se dijo –. No es ella.
Aceleró el paso intentando no
pensar, pero el recuerdo de la chica empezaba a invadir su mente. Llegó al
bloque y pasó por delante del portero sin siquiera saludar. Cerró rápido la
puerta el piso, dejó el abrigo en la percha de la entrada y se fue al salón. Romie
dormitaba en el sofá y abrió un ojo en forma de saludo. Kaleb se tiró a su
lado.
-
Quién fuera gato para no tener preocupaciones – el
felino se estiró y se acercó a él para recostarse sobre sus rodillas –. Sí,
hablo contigo gordo, que llevas una vida de envidia.
El chico echó hacia atrás la
cabeza en el sofá y suspiró. Acarició al gato rascándole detrás de las orejas. Encendió
la televisión y comenzó a pasar canales buscando algo que distrajese su mente,
pero no había nada interesante. Dicen que cuando no quieres pensar en algo,
cuanto más empeño pongas en ello más difícil es alejar ese pensamiento. La
chica ocupaba ya la totalidad de su mente. El animal notó la inquietud de su
dueño y se levantó para ir a tumbarse en una alfombra al sol cerca de la
ventana. Entonces Kaleb se levantó de golpe. En la pantalla apareció de fondo
la ciudad donde su padre se encontraba trabajando. El chico subió el volumen.
-
... virus gripal
agresivo y se ha decretado estado de cuarentena para la ciudad de Boor. Se han
colocado unidades militares en todas las carreteras y el aeropuerto ha quedado
clausurado hasta nuevo decreto. El Centro Médico de Investigación Don Jaime en
Sylum analiza las posibles vacunas en busca de una cura. Y todos los hospitales
están en alerta. Por el momento se ruega a los ciudadanos que mantengan la
calma y continúen con las medidas higiénicas preventivas.
La presentadora dio paso a los
deportes al acabar la noticia. Kaleb apagó la televisión, cogió el inalámbrico
y marcó. Comunicaba. Marcó otro número. Le respondió una voz femenina, un tanto
chillona.
-
Habla con el
Centro Médico de Investigación Don Jaime. Dígame.
-
Quiero hablar con el doctor Kent.
-
Espere un momento
por favor.
Una melodía repetitiva sonaba al
otro lado. El chico se estaba impacientando cuando la voz chillona habló de
nuevo.
-
Señor, me
comunican que ahora mismo no es posible hablar con él. ¿Puedo ayudarle yo en
algo?
-
Mire señorita, necesito hablar con él. Es mi padre,
hágame el favor.
-
Volveré a preguntar,
pero no le prometo nada.
La melodía de espera volvió a
aparecer otro buen rato.
-
Al habla el
teniente coronel Argasta. ¿Dices que eres el hijo del doctor Kent?
-
Exacto, ¿podría usted pasarme con mi padre?
-
Mira chico, no sé
si has visto las noticias pero en este momento estamos muy ocupados y tu padre
es aquí es una persona imprescindible que no puede perder su tiempo. Ya te
llamará cuando todo esto acabe.
-
No me venga con cuentos… ¿hola? Venga ya hombre…
Habían colgado. Kaleb tiró el teléfono
al sofá con enfado y soltó un puñetazo a la pared. El gato gruñó desde la
alfombra. El chico se pasó las manos por la cara. “Un militar – pensó – ¿qué
hace el ejército en Sylum?” Intentó llamar a su padre al móvil de nuevo sin
obtener ningún resultado. No podía hacer nada excepto esperar que le dejasen
llamarle y eso, tal y como pintaba la cosa, podía tardar varios días. Eran ya casi
las tres así que fue a la cocina a por algo de comer. Durante las dos horas
siguientes volvió a intentar ponerse en contacto con su padre pero el móvil
seguía apagado y acabó desistiendo.
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Hola :)
Hola de nuevo, tengo que pediros perdón por el tiempo que he estado sin aparecer por aquí, y es que los exámenes me tienen el tiempo muy absorbido. Por eso he vuelto para deciros que en estos dos meses que vienen no podré pasarme mucho por aquí si es que puedo. Ya cuando acabe selectividad estaré aquí otra vez como antes. Pero para no venir sin dejaros nada he decidido adelantaros una cosita que estoy escribiendo, el primer capítulo del que espero que sea mi primer libro. Está todavía sin pulir, en observación, así que se aceptan críticas constructivas (es más, se agradecen) Luego, conforme lo vaya cambiando iré editándolo por aquí también para que veáis los cambios. Un besito muy grande a todos :)
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Unknown
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