viernes, 22 de noviembre de 2013

Invierno...

Bueno, aquí estoy de nuevo, aprovechando un pequeño respiro entre la avalancha de exámenes. Hoy os vuelvo a traer algo más extenso, es el principio de una historia que he empezado esta mañana, la cual me está encantando. A ver si consigo acabarla. Espero que os guste tanto como a mí :)

Helena caminaba arrastrando los pies por aquella fría callejuela, se abrazaba a sí misma intentando retener el escaso calor de su cuerpo. Su abombado vientre sobresalía del minúsculo abrigo de lana que hacía tiempo había dejado de cubrirlo. Su pelo negro, empapado, caía hacia sus hombros. Iba hablando sola, algo a lo que se había acostumbrado últimamente, animándose a sí misma y dirigiendo expresiones de cariño hacia aquel niño que llevaba dentro.
Por fin, a lo lejos, distinguió el cartel luminoso del comedor social. Apretó el paso para recorrer los restantes metros cuanto antes. Empujó con dificultad la pesada puerta de hierro y entró. El pequeño espacio estaba repleto de personas, desde jóvenes como ella hasta ancianos, mujeres y hombres, todos sin recursos. Helena volvió a intentar cubrir su cuerpo con el abrigo sin conseguirlo y se dirigió hacia la ventaba que daba a la cocina. Allí le tendieron un tazón de sopa caliente con el cual se retiró hacia una desgastada silla junto a una mesa. Comió despacio, intentado que el calor fuese impregnando cada parte de su ser. Intentó que aquel pequeño plato le durase lo máximo posible. Cuando acabó quedaba ya poca gente en el local. Tras dar las gracias y entregar el plato fue hacia la puerta pero antes de llegar a abrirla escuchó una voz a sus espaldas.
- ¿Tienes dónde dormir?
Se giró y vio a una anciana de amable rostro y cabello canoso, que llevaba puesto un delantal. Helena miró a los lados hasta darse cuenta de que era ella la interrogada. Dudó unos instantes antes de responder.
- Mmm yo... -titubeó- voy a...
La anciana le sonrió y la tristeza se reflejó en sus ojos por un momento.
- Tengo una habitación libre en mi casa - le ofreció antes de que acabase la frase-. Espérame por aquí a que acabe con los platos.
Helena se quedó sin palabras, observó a la anciana volver a la cocina y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Acercó una silla a un radiador y se sentó allí con las manos extendidas buscando el calor. Media hora más tarde la mujer la llamó, y junto a ella emprendió el camino a casa.


Lo voy a dejar aquí aunque llevo un poquito más escrito pero no os preocupéis que seguiré otro día.

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