Bueno, pues aquí estamos de nuevo. Hoy tenía pensado traeros un pequeño relato que estaba escribiendo, pero me he quedado un poco atrancada porque es más largo de lo que tenía pensado hacerlo, luego pensé en dejaros otro que escribí el año pasado pero tengo que buscarlo. Así que he decidido otra cosa. Y os voy a dejar algo que escribí hace una semana. Digamos que es una pequeña reflexión. Así que abrid los corazones y a ver qué sacáis. Espero que lo disfrutéis :)
El otoño había llegado y sus colores lo inundaban todo. Esos
tonos cálidos que tanto le llenaban el corazón aparecían en cualquier parte
haciendo su vida más llevadera. Había esperado ese paseo por el bosque desde
que sabía que las hojas habían empezado a caer, pero hasta ese mismo instante
no le surgió la oportunidad. Nada más ver aparecer el primer árbol desde el
viejo camino sonrió. Era el momento perfecto para estar allí puesto que los
árboles aún conservaban bastantes hojas, desde amarillas a rojas, naranjas y
marrones, cada una imperfecta por sí misma pero perfectas en el conjunto
formando un bonito cuadro que nunca se cansaba de mirar. Siguió pensando en
ellas, iban muriendo y cayendo de los árboles pero aún así no dejaban de ser
bellas, incluso en el momento final de su vida útil seguían siendo espléndidas,
mostrando otro lado, diferente pero no por ello peor. Esa idea le hizo sonreír
de nuevo marcando más las arrugas de su rostro. En cierta forma las personas
podían aprender de ellas. No entendía por qué, cuando alguien ya era incapaz de
trabajar, cuando cumplía cierta edad ya era apartado, tratado como si hubiese
perdido valía, como si ser viejo fuese una enfermedad contagiosa. A nadie le
gustaba hablar con ellos ni dedicarles tiempo porque lo consideraban perdido.
Siempre le había hecho sentir mal aquello, se sentía rechazada, a veces incluso
se había preguntado por qué no había muerto, cuál era ahora el propósito de su
vida. Su marido había fallecido años atrás en un accidente y no tenía hijos. Ya
no le importaba a nadie. Todo el mundo tenía sus propias cosas en las que
pensar, sus ajetreadas y agobiadas vidas que vivir y organizar. Y ninguna
persona se había parado a reflexionar y darse cuenta de que tarde o temprano
todos iban a envejecer.
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